Segunda
MADRE ADMIRABLE,
lirio del valle, flor de los campos.
¡Oh Madre Admirable!, Tú eres como el lirio del valle y la flor del campo, pequeña criatura toda hecha de simplicidad. Tu exquisita belleza la recibes del solo actuar de Dios.
Él ha querido que existas, su sabiduría te ha concebido, su amor te ha hecho ser lo que eres. Flor del campo, ¡qué de maravillas en tu corazón! La gracia ha entrado dentro de tí en abundancia, porque Dios quería que tus pétalos se abriesen al Rey de los reyes, al Salvador del mundo, a Jesús.
Dios se ha inclinado sobre Ti, Lirio del valle. En Ti, espejo de pureza, El ha visto algo de su propia imagen, algo de su amor, de su ternura, de su dulzura y, porque esta pequeña flor era la maravilla de la creación, la obra maestra de la omnipotencia, El ha querido esconderla, custodiarla a la sombra de la humildad. ¡Oh Madre, tu eres flor del valle, flor del campo! Dichosos los ojos que han sabido descubrirte, dichosos los que han apreciado el perfume delicado de tu humildad. Más felices todavía los que quieren participar de tu vida escondida bajo la mirada de Dios.
Danos gustar -necesitar- una vida toda hecha de simplicidad; danos gustar de la sombra que nos cobija; danos, sobre todo, gustar y necesitar abrirnos como Tú, a Aquel que nos ha creado y nos custodia con Su amor.