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Quinta

Madre Admirable,

 cuya mirada nos eleva y transporta más allá de las cosas de la tierra.

    ¡Madre Admirable, una paz celeste te circunda!. Has interrumpido tu trabajo; el lirio parece inclinarse hacia Ti como para escuchar una gran lección. A tu alrededor la misma naturaleza está como aguardando oír.

    También nosotros, tus hijos, estamos atentos a tus ejemplos. Jesús nos ha hecho ingresar a tu escuela. ¡Enséñanos a llegar a ser aunque sea algo parecidos a Ti! ¡Guía nuestros pasos!

    Tus ojos semicerrados hacen entender a nuestras miradas vacilantes cuáles son nuestros verdaderos horizontes.

    ¡Oh Madre Admirable!, frecuentemente lo humano nos turba, lo finito nos desconcierta. La actividad puede llevarnos a la ilusión y hacernos confundir lo pasajero con lo eterno, lo relativo con lo absoluto.

    Tú conoces los verdaderos valores; no permitas que nuestras almas se dispersen y se dejen seducir por los bienes de aquí abajo.

    Dinos que, en medio de las complicaciones de la vida, es necesario buscar a Dios; aún mediante humildes ocupaciones, con tal de que el amor las anime.

    Dinos, sobre todo, que el Reino de Dios está dentro de nosotros, y que allí, como tú has hecho, es necesario buscar su presencia, hacernos dóciles a su acción, ponernos en comunión con su vida.

    ¡Madre Admirable, que tu mirada nos eleve y nos transporte más allá de las cosas de esta tierra!.

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