MISIÓN
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Duc in altum!: ¡Navega mar adentro! ¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos. ¿No ha sido quizás para tomar contacto con este manantial vivo de nuestra esperanza, por lo que hemos celebrado el Año jubilar? El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: « Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19). El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5). (Novo millennio ineunte, 58)
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Para responder a los deseos del Santo Padre para este nuevo milenio los misioneros de Madre Admirable ofrecemos visitar las casas para llevar la imagen de la Virgen, rezar con los que viven en ella por sus intenciones y entregarles material de oración y reflexión, rosarios, agua bendita, y una estampa de Madre Admirable. Después de haber recibido la visita de la Virgen, se puede formar parte de un Círculo de la Virgen, que está formado por ocho personas o familias que reciben la Virgen durante siete días y cada dos meses. VISITA DE LA VIRGEN A LAS CASAS
ORACIÓN DEL MISIONERO
ESPÍRITU SANTOAmor del Padre y del Hijo inspírame siempre lo que debo pensar lo que debo decir y cómo decirlo lo que debo callar lo que debo escribir cómo debo actuar y lo que debo hacer para procurar tu gloria, el bien de las almas y mi propia santificación. Oh Jesús, en Ti está toda mi confianza.
ORACIÓN DEL APÓSTOLDios todopoderoso, Que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén BAJO TU AMPARO nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.Madre Admirable, ruega por nosotros.
PERFIL DEL MISIONERO DE MADRE ADMIRABLE La espiritualidad ha de ser su rasgo principal. El misionero de Madre Admirable debe ser una persona convencida de ser llamada por el Señor a una relación personal y singularísima con Él, esto es a la santidad. Debe ser consciente de que ha dado una respuesta afirmativa a ese llamado y del costo que ésta implica. Un enamorado de Cristo y su embajador. Persona con visión sobrenatural, convencida de su llamado, lúcida de su respuesta y dispuesta a ser instrumento, en manos de Dios, de la realización de su plan salvífico. Tiene clara la primacía de la gracia como principio de vida y se muestra abierto constantemente a la acción del Espíritu Santo. Ha de ser una persona de oración. Que se deleite en pasar tiempo con el Señor en su plegaria personal y comunitaria. Que tiene hambre de Dios y la transmite a los demás de palabra y de vida. Se nutre especialmente del conocimiento y amor de Cristo en la Palabra de Dios y la Eucaristía. Ha de vivir todo lo personal y diario desde la fe, con alegría y entusiasmo; amando sus responsabilidades y trabajo en todas sus dimensiones. Debe llevar la cruz con paciencia, sabiendo que, a través de ella, Jesús ha ofrecido la salvación al mundo. Además de su oración personal, el misionero habrá de amar y frecuentar la oración comunitaria, especialmente la eucaristía dominical, la liturgia de las horas, la exposición del Santísimo Sacramento, el Rosario en comunidad, los retiros espirituales. Ha de aborrecer el pecado y aún las imperfecciones que ofenden a Dios, rompen o deterioran nuestra relación con Él y lastiman el nexo de amor con nuestros hermanos, además de escandalizarlos, debilitando nuestro testimonio. Por ello el misionero ha de recurrir con frecuencia al sacramento de la Reconciliación. El misionero de Madre Admirable debe amar intensamente a la Santísima Virgen y confiar plenamente en su poderosa intercesión. Debe conocer y abrazar la verdadera devoción a la Santísima Virgen para poder inculcarla en los demás. Una devoción interior, que parte del corazón y del amor que se le tiene; tierna, llena de confianza en Ella; santa, que lleva a evitar el pecado y a imitar sus virtudes; constante, no deja sus prácticas de devoción; desinteresada, ama a María no por sus beneficios sino por lo que Ella es. Es necesario que el misionero experimente la necesidad de transmitir el evangelio a la manera de los apóstoles: "no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hech. 4,20). Este espíritu requiere condiciones: tener fuertes convicciones interiores e irradiar entusiasmo y valor, sin avergonzarse nunca del evangelio (cfr. Rom. 1,16). Debe gloriarse sólo en Cristo que le da la fuerza y no ansiar saber, ni predicar, nada más que a Cristo. Como afirma el Catecismo: del "amoroso conocimiento de Cristo le nazca irresistible el deseo de anunciar, de ‘evangelizar’ y de conducir a otros al ‘sí’ de la fe en Jesucristo.(CEC 429) Debe buscar la formación adecuada para realizar la tarea. Partir de un conocimiento serio de Jesús y de las verdades de la Fe. No sólo teoría, sino vida y práctica que le ayuden a transmitir el gozo de vivir en, con y para Jesús y la gratitud del privilegio que supone servirle. Vivir una profunda adhesión al Magisterio de la Iglesia, especialmente al Romano Pontífice, centro de unidad y vínculo de comunión universal, tratando de conocer con entusiasmo sus enseñanzas y de difundirlas fielmente. Al mismo tiempo, ha de saberse en comunión con el resto de nuestro grupo misionero. Tener conciencia de formar parte del Pueblo de Dios y, como tal, de ser enviado a misionar como representante de la parroquia y la comunidad eclesial. Ha de preparar sus visitas apostólicas con antelación y responsabilidad. Presentar sus tareas misionales al Señor, orar por las personas a las cuales ha de llegar o llega su acción y ser consciente de que, mediante su palabra y actuación, hace presente a los demás, la parroquia (la Iglesia). A ello ha de añadir su mejor calidez humana para saber tratar a la gente y adecuar la misión a los casos particulares. Ha de poseer perseverancia y constancia, sobre todo en los momentos difíciles, con la esperanza puesta siempre en el Señor, en su amor, poder y misericordia y en el respeto a Sus sabios planes de salvación.
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